01.09.2014 10:11

Si no lo veo, no lo creo...

¿Cuántas veces habéis oído o incluso utilizado esta frase?

Según la historia fue Santo Tomás quien la pronunció cuando le anunciaron la resurrección de Jesús.

Esta ha sido la pauta que la humanidad ha elegido como paradigma, como patrón de pensamiento y acción.

Las personas que ven cosas que los demás no ven son llamados “desequilibrados, locos, fantasiosos…” y un sinfín más de adjetivos que no voy a enumerar.

Pitágoras fue uno de los primeros en afirmar que la tierra era redonda en el siglo VI a. C. ¿Podéis imaginar la cara y los comentarios de los demás? Pobre hombre… se ha vuelto loco… ¿Cómo va a ser redonda si se ve la ralla donde se acaba el planeta en el horizonte cuando miras al mar? Diez siglos después se demostró que la tierra era redonda.

En la edad media, a todo aquel que osaba salirse de la norma, pensar, opinar, o ver cosas que los demás no veían, la inquisición lo quemaba en la hoguera por brujo o bruja. Nicolás Copérnico, en el siglo XVI fue perseguido y juzgado por la Santa Inquisición por atreverse a decir que eran la tierra y los planetas los que giraba alrededor del sol y que la tierra no era el centro del universo.

La cuestión es: Si yo no lo veo no existe, por lo tanto, tú que lo ves, lo sientes, lo oyes o simplemente lo sabes, eres un impostor que me está engañando, o eres un demonio, o lo que esté de moda decir en cada época.

La historia está plagada de casos en que se repite este patrón: las cosas que no puedo ver con mis propios ojos no las creo ( a menos que lo digan en el Sálvame, entonces la gente sí se lo cree), como yo no veo lo que tu me explicas y además no entiendo lo que me dices, entonces eres un desequilibrado, te condeno y te señalo.

Nuestro organismo es un sistema muy complejo de millones de células vivas interconectadas entre sí y en permanente comunicación. Cada una de ellas tiene un cometido muy concreto. Desde el mismo momento de la concepción, cada una de ellas se especializa para llevar a cabo su aportación al cuerpo para que la vida sea posible.

El cuerpo recibe información de todo lo que le rodea mediante sensores (células que se han especializado en recoger datos de presión, temperatura, posición, etc.), repartidos por todo el cuerpo para que podamos adaptarnos al medio exterior y regular nuestro medio interior.

El Gran Jefe se supone que es nuestro cerebro, es el que interpreta la información y actúa en consecuencia dando  órdenes al resto del cuerpo .

Los sensores que envían información al cerebro son los sentidos de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, la nociocepción, la propiocepción, el equilibrio y según algunos científicos también tenemos el “sentido de alerta al peligro”, ubicado en la corteza angular anterior del cerebro.

Esta vez vamos a centrarnos en el sentido de la vista (haciendo honor a la célebre frase que encabeza este texto).

El ojo humano es un órgano complejo que posee unas lentes que nos permiten detectar el espectro visible de la luz que corresponde a longitudes de onda entre 400 y 700 nanómetros (0,000000001 metros= 1 nanómetro), aunque se ha comprobado que existen personas que pueden detectar un poco mas, entre 380 y 780 nanómetros.

Para que os hagáis una idea de la escala de las longitudes de onda que conocemos:

  • Rayos cósmicos: 10 x 10-15 metros
  • Rayos Gamma: 10 x 10-13 metros
  • Ultra Violeta: 200-380 nanómetros
  • Luz visible: 380-780 nanómetros (10 x 10-9 metros)
  • Infrarrojo: 2,5-50 x 10 -6 metros
  • Microondas: menor a 10 x 10-2 metros
  • Ondas de radio: entre 10 metros y mayores de 10 x 1013 metros

Como podéis observar nosotros solo podemos detectar una parte ínfima de las ondas que existen (o al menos de las que se conocen). ¿Y el resto? ¿Cómo no podemos verlas no existen? ¿No podemos calentar comida en un microondas? ¿Sentir el calor de los infrarrojos del sol? ¿llamar por teléfono, escuchar la radio…?

Una vez detectadas estas ondas, envía la información al cerebro (el Gran Jefe) que se encarga de decodificar esta información e INTERPRETARLA . La interpretación de los datos que los sentidos recogen depende de: la memoria de cada persona, sus vivencias, sus motivaciones, sus creencias, su conducta, su educación, la sociedad en la que vive, su genética… y más y más.

Por lo tanto mi realidad depende de mi cerebro, es decir, nosotros creamos la realidad que nos rodea porque mi cerebro es el que me permite ver LA REALIDAD, o mejor dicho MI REALIDAD, INTERPRETANDO las señales que nos llegan.

Según la física cuántica es el observador el que escoge la realidad, ya que la física subatómica es la física de las probabilidades, las personas tenemos la capacidad de influir en nuestro futuro porque podemos elegir que probabilidad cuántica vamos a colapsar para que se materialice.

Los pensamientos hacen que nosotros cambiemos la percepción de la realidad. Cuando nuestras emociones controlan nuestros pensamientos, podemos tomar decisiones equivocadas que afectan de manera negativa a nuestra realidad.

Si de buena mañana llegas a la oficina y te hablan sobre un tema que te produce mal rollo,  se dan una serie de reacciones en tu cuerpo que te dan dolor de estómago y te producen una serie de sentimientos que hacen que estés todo el día mal y parece que no te sale nada bien, se estropea todo el día ¿No os ha pasado nunca? A mi si… y pienso ¡mejor me vuelvo a la cama!

¿Son mis pensamientos o mi percepción de la realidad los que hacen que mi día sea un auténtico desastre y no me salga nada bien?

Otra de las cuestiones es: Si es mi cerebro quien interpreta la realidad ¿La estará interpretando bien? ¿Estaré viendo la realidad o se trata de una ilusión óptica?

Mirar estas imágenes:

¿Los puntos son blancos o negros?¿Se mueven?

¿Se mueven las ruedas de esta bicicleta?

También tenemos un buen ejemplo en los estereogramas, imágenes bidimensionales con imágenes 3D ocultas que se pueden ver simplemente con un poco de práctica y concentración visual y mental.

Esta técnica está fundamentada en la naturaleza estereoscópica de nuestra visión, es decir, cada uno de nuestros ojos capta la misma imagen de una forma ligeramente diferente y envía la información al cerebro para que las superponga para poder calcular el volumen y la distancia a la que se encuentra lo que vemos.

En el estereograma se dibujan en el mismo fondo dos imágenes similares pero con ligeras diferencias, para que cuando los ojos capten las imágenes y el cerebro las superponga, las interprete como volumen y profundidad aunque en realidad se trate de imágenes planas.

¿Queréis probar?

Si solo podemos ver una ínfima parte de lo que sabemos que existe y además lo que vemos es una interpretación de mi cerebro, entonces  ¿Qué pasa con todo lo que no vemos?¿Es real lo que vemos?  ¿Podemos nosotros mismos cambiar nuestra realidad?

Quizá deberíamos invertir la frase: ¡CREAR PARA VER!  Y si empezamos a crear.. a ver que pasa!

 

 

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